UN NUEVO AMANECER (CAPITULO V)

martes, 30 de marzo de 2010 comentarios: 3
AVISO: Los personajes que forman parte de esta historia no son de mi propiedad. Presumo que pertenecen a la cadena CBS, dado que es la que emitía la serie. La única excepción a esto son todos aquellos personajes que puedan ser creados por mi imaginación para la trama de este relato y que jamás han aparecido en ninguno de los episodios de Moonlight.

CAPITULO V

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Simone se desembarazó de él en cuanto tuvo oportunidad, unos metros más adelante.

- ¿Cómo se te ha ocurrido decirle esas cosas? – preguntó Josef, furioso - ¿Por qué demonios no te quedaste en Los Angeles, como te pedí que hicieras?

- Yo no sigo tus órdenes – replicó Simone, igual de enfadada – Además, ¿para qué querías que me quedara? ¿Eh? Para seguir aquí con ella cuanto te diera la gana, ¿verdad?

- Pensaba volver a finales de semana. Íbamos a vernos entonces. ¿Por qué no has podido esperar?

- Porque sabía que me estabas engañando – dijo Simone – Todo ese rollo del pariente en coma… ¿fue idea de Mick o se lo soplaste tú?

- No metas a Mick en esto – le espetó Josef – Él no tiene nada que ver.

- ¿Ah, no? ¿Entonces no te ha estado solapando todo este tiempo?

Josef apretó los labios.

- Solo le pedí que me dejara hacer las cosas a mi manera, cuando me llamó. Me dijo que te habías presentado en su apartamento, reclamando conocer mi paradero.

- ¿Y qué podía hacer, después de cómo te marchaste? Mick es tu mejor amigo: supuse que él podría contarme lo que estaba pasando.

- ¡Mick no sabía nada! Hasta que no me llamó, por petición tuya, no se enteró de lo que ocurría.

- Bueno. Perfecto… pero eso no arregla las cosas – rezongó Simone. Lo miró con ojos brillantes - ¿Qué coño te has creído, Josef? ¿Qué puedes utilizarme como te venga en gana? ¿Qué soy una de tus frescas, a las que siempre tienes dispuestas y que jamás te harán preguntas? Pues te has equivocado, porque yo soy algo más. ¡Soy tu novia! Y no estamos precisamente empezando a salir: ya llevamos juntos dos años.

- Si – replicó Josef, ardido - Y no sabes cuanto me arrepiento. De haber sabido que esto acabaría así, ni por toda la sangre del mundo me habría acercado a ti.

- ¡Oh! ¡Ya salió el machito herido! – exclamó Simone - ¿Eso es lo único qué se te ocurre? Te mereces todo lo que te está pasando – declaró – Me dejaste tirada para correr tras esa pelirroja y a ella la has mantenido engañada todo el tiempo que habéis estado juntos.

- ¡Jamás he engañado a Sara! – saltó Josef, indignado.

- ¡Por supuesto qué lo has hecho! ¿O cómo llamarías a esto? ¿Qué nombre le darías a lo que acaba de pasar?

- Lo llamaría traición.

- ¡Exacto! Por fin estamos de acuerdo en algo: me has traicionado, Josef. Y a Sara también. Nos has engañado a las dos.

- ¡No he engañado a nadie, maldita arpía mentirosa! – le espetó Josef, furioso - No le hablé a Sara de ti simplemente por no surgió el tema. Y de todos modos, ¿qué más da? Iba a romper contigo en cuanto regresáramos a Los Angeles.

- ¡Vaya! ¡Cuánta consideración por tu parte! ¡Me alegro de oírlo!

- ¡La única consideración que pienso tener contigo es la de no estrangularte ahora mismo!

- ¡Por mí puedes hacer lo qué te de la gana! ¿Quieres matarme? ¡Adelante! ¡Vamos! Sé que no sería el primer cadáver en tu historial.

- ¡Basta! – gritó Josef – En este momento nada me apetecería más, pero no voy a mancharme las manos contigo. No mereces la pena – espetó – Pero antes de qué esto se acabe y tú vuelvas a Los Angeles, para presentar tu renuncia en mi empresa, vas a hacer algo más por mí.

- ¿Clavarte una estaca? – preguntó Simone, con ácido sarcasmo – ¡Esa sería una buena manera de desquitarme, antes de lanzarte fuego encendido a la cara para ver si te quemas, como una asquerosa salchicha!

- ¡Vas a pedirle disculpas a Sara! – le gritó Josef, agarrándola nuevamente del brazo en su furia - ¡Y le dirás la verdad!

- ¿La verdad? ¿¡Cuál verdad!? ¿Qué eres un cabrón sin escrúpulos? ¿Qué no eres capaz de pensar en nada ni en nadie que no seas tú mismo? ¿Qué no te importa hasta donde tengas que llegar para conseguir lo que deseas? ¿Qué engañas a las mujeres porque te importamos una mierda? – lo taladró con una mirada llena de odio – Quizá quieras que le cuente a tu preciosa Sara como eres en realidad: una alimaña. Puedo ir a verla ahora mismo y contarle delante de ti todo que has hecho, a lo largo de estos años. Toda la gente a la que has engañado, los hombres a los que has matado y las mujeres con las que has estado y a las que has utilizado para después hacerlas a un lado, como si fueran papel higiénico. ¿Eso es lo qué quieres que le cuente, Josef? Porque si es así, llévame ahora mismo con ella… porque para mí no hay ninguna otra verdad sobre ti.

- Bien. De acuerdo – dijo Josef, mordiendo las palabras – Arreglaré las cosas con Sara por mí mismo. Y en lo que a ti respecta – añadió – Vete y no vuelvas. No quiero que te acerques a mí nunca más. Para nada. Para mí ni siquiera has existido – sentenció.

Con los ojos de vampiro destellando en la oscuridad, Josef emprendió el corto camino de vuelta a casa por la acera. Simone lo observó mientras se alejaba, sintiendo el odio y la furia crecer de nuevo dentro de ella.

Era un cabrón. Un auténtico hijo de puta. La había tratado como a todas, al final: usada y tirada. Como un Kleenex. Después de darle varios años de su vida así se lo pagaba, dejándola abandonada por una estúpida pelirroja.

No pienso consentir que me trate como si fuese basura – se dijo y alzando el mentón echó a andar a lo largo de la calle.

No estaba dispuesta a dejar que Josef la pisoteara.



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- Sara llevaba una hora llorando junto al congelador. Se había acurrucado junto a él, sentada en el suelo y trataba a duras penas de contener su dolor y su llanto.

Charles había intentado entrar para verla, pero ella lo había rechazado. Él le había suplicado durante varios minutos tras la puerta cerrada del dormitorio, para que lo dejara hablar, pero no había querido escucharlo… no se sentía con fuerzas para enfrentarle, ni a sus mentiras tampoco.

Mentiras. Ya no podía saber hasta que punto las cosas que Charles le había dicho, durante los últimos cuatro días, eran ciertas o no. ¿Cuántas cosas se habría inventado? ¿Era verdad que la amaba? ¿Eran sinceras sus palabras, sus caricias, sus besos? ¿Era Charles feliz realmente cuando la abrazaba cada amanecer dentro del congelador, como le había dicho? ¿O había sido todo un burdo engaño, para mantenerla atrapada?

Cualquiera que les hubiese visto en esos días diría que Simone mentía. Y cualquiera también le diría que no debía fiarse de una mujer que salía de repente de la nada para verter calumnias contra el hombre al que amaba. El hombre al que había esperado – y que la había estado esperando – durante cincuenta y cuatro años y al que no había dejado de amar ni un solo día desde que le conoció.

Pero cada vez que recordaba la forma en que Charles la había mirado… la culpabilidad que había visto en sus ojos…

Me ha mentido. Lo sé – pensó y las lágrimas volvieron a caer - ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué no me ha hablado de Simone? No tenía derecho… me ha engañado. Yo le amo y él me ha engañado.

Cuanto dolía la traición. Jamás lo hubiera esperado. De él no. Siempre había pensado que Charles era un buen hombre, un hombre con un pasado, si, pero al fin y al cabo un hombre honesto, que la quería sinceramente y con el que estaba dispuesta a abandonar su humanidad y vivir a su lado para siempre. Le había dado su eternidad y habría estado feliz de hacerlo, pero ahora…

¿Cómo ha podido cambiar tanto en estos años? ¿Cómo ha sido capaz de ocultarme una cosa así, de no decirme que se había comprometido? ¡Dos años! ¿A qué estaba esperando…?

De pronto oyó algo en la ventana. El sonido de algo pequeño golpeando intermitentemente contra el cristal la sacó de su ensimismamiento y secándose las lágrimas miró hacia el ventanal y vio una diminuta piedrecita que se estrellaba contra este.

Alguien parecía estar llamándola desde fuera.

Se levantó, curiosa y avanzó con cautela hasta la ventana, deseando que no se tratara de Charles, intentando hablar con ella otra vez. Hasta la noche siguiente al menos no creía que pudiera estar preparada para oír sus justificaciones.

Pero no era Charles quien la reclamaba. Inclinándose ligeramente para ver mejor desde la ventana, vio una figura femenina que estaba abajo, en el césped de la parte trasera de la casa.

Era Simone.

Sara se apartó del cristal. A ella menos que a nadie quería verla. Después de lo que había sucedido…

Simone siguió insistiendo. A la cuarta piedra Sara no pudo resistirse más y abrió la ventana para sacar la cabeza al frío aire del exterior.

- ¿Qué está haciendo usted aquí? Váyase ahora mismo – le espetó, con cuidado de no alzar demasiado la voz, por la hora – Si busca a Charles, no está en este dormitorio – concluyó, enfadada ante la sola idea.

- No busco a Josef – dijo Simone, elevando ligeramente la voz para que ella la oyera – Sara, quiero hablar contigo.

- No tengo nada que hablar con usted. Váyase inmediatamente.

- ¿No quieres saber por qué lo ha hecho? – preguntó Simone, en el momento en que Sara iba a cerrar la ventana de golpe.

La pelirroja se detuvo en el acto. Simone, sabedora de que había captado su atención, siguió hablando:

- ¿Quieres saber la auténtica verdad? Solo yo puedo contártela. Y te aseguro que te sorprenderá.

Sara permaneció unos segundos en silencio, expectante, con las manos aún en la ventana, intentando decidir si la cerraba o no.

- No quiero más mentiras – declaró – No se acerque a mí si lo que pretende es verter más veneno sobre Charles.

- No se trata de veneno – replicó Simone – Sabes que Josef te ha mentido, pero apuesto a que también quieres saber hasta que punto y por qué.

- ¿Y usted va a decírmelo?

- Si bajas aquí – dijo Simone – Si no, puedo irme, pero entonces no me volverás a ver y nunca sabrás más que lo que él te cuente al respecto… y ya sabes que Josef no siempre es sincero.

Sara titubeó: pensaba en lo peligrosas que serían las palabras que tendría que oír. ¿Qué espantosas verdades le revelaría ahora Simone? ¿Era sincera? ¿O le mentiría descaradamente, igual que había hecho Charles?

Solo había una forma de averiguarlo.

- Espéreme ahí – le pidió – Y no hable muy alto: Charles debe de estar en el piso de abajo – declaró – No quiero que nos oiga.

Simone asintió. Sara miró hacia todos lados, cerciorándose de que no había nadie en la calle a esas horas y cuando estuvo segura abrió por completo la ventana, salió por ella y se deslizó por el gran árbol que había enfrente, a escasos metros del ventanal, hasta llegar al suelo.

Una vez allí se reunió sin más dilaciones con Simone.

- ¿Qué es lo que tiene que decir? Hable, la escucho.

- Primero que nada, quiero pedirte disculpas: he hecho toda una escena, antes, cuando estábamos en la calle – Sara asintió, dándole la razón – No tengo nada contra ti – continuó Simone – Solo quiero ponerte al corriente de la clase de hombre que es Josef… para que no sigas engañada con él.

- ¿Aún hay más cosas malas sobre su persona qué debo descubrir? ¿En qué más me ha mentido?

- Bueno… básicamente solo en lo que le dije antes: mantenía una relación conmigo mientras estaba aquí contigo. Y no soy la primera mujer que cae en sus brazos. Ha estado con muchas, antes que yo… a todas las ha utilizado.

- ¿Está segura de eso? – preguntó Sara, alzando insegura el mentón. No quería creerse lo que le estaba diciendo.

- Si. Yo misma le he visto, con mis propios ojos – suspiró - Josef es un hombre promiscuo, Sara. Nunca tiene bastante con una sola mujer, al poco tiempo se cansa y abandona a la chica de turno para irse con otra.

- ¿Eso es lo qué le ha pasado a usted? – inquirió la pelirroja, mirándola entre la pena y el malestar.

- Si – admitió Simone, bajando un momento la vista al suelo – Y me arrepiento muchísimo. No debí fijarme en él, ahora lo sé. He estado muchos años trabajando a su lado, como una de sus abogados y sabía como era, pero aún así… me ha engañado – declaró, mirándola con tristeza – Igual que a ti.

Sara suspiró.

- El hombre que usted me describe no es mi Charles… pero ya no sé que pensar. Usted tiene razón: sé que me ha mentido. Y desconozco la razón. Yo creía que me amaba. Que me amaba tanto como yo a él – musitó, desesperada – Estos cuatro días han sido lo más felices de mi vida… creí que también habían sido los más felices para él…

La voz de Sara se quebró. Se cubrió el rostro con una mano, intentando contener las lágrimas que ya corrían por sus mejillas y Simone sintió pena por ella: al fin y al cabo, era una víctima más de Josef. No era la primera chica ingenua que caía en brazos del vampiro y seguro que no sería la última. Además, por mucha pena que le diera, no debía flaquear. Josef se merecía una lección por lo que le había hecho… a las dos… y Sara estaría mejor lejos de su amado y mentiroso Charles.

- Sara – se acercó a ella y bajó su mano, le entregó un pañuelo de papel para que se limpiara – No es culpa tuya – afirmó – Josef hace tiempo que no te ama, lo sé. Ya te he dicho como las gasta.

- Pero él… él… me dijo que me quería. Muchas veces. A lo largo de todos estos días. Y… parecía tan feliz – declaró Sara, angustiada – Creí que nada había cambiado entre nosotros. Que todo seguía igual.

- ¿Después de tantos años? – preguntó Simone, escéptica – Sé que llevas en coma bastante tiempo.

- Si – Sara sorbió por la nariz para poder seguir hablando – Eso es verdad… pero Charles me dijo que seguía amándome.

- Te engañó.

- ¡Iba a llevarme con él a Los Angeles! A finales de semana.

Simone chasqueó la lengua. La miró con compasión.

- No eres la primera – dijo – Tiene a muchas mujeres en Los Angeles, humanas o vampiros, que se encargan de alimentarle o de entretenerle. Tal vez deseaba que tú fueras una de ellas.

Sara la miró con los ojos muy abiertos. Negó con la cabeza.

- Charles no sería capaz de algo tan horrible.

Simone suspiró.

- Mira… no quería hacerte más daño – replicó, adoptando una pose compungida – No iba a enseñártelo, pero creo que no quedarás convencida hasta que lo veas.

- ¿Qué quiere decir? ¿De qué está hablando?

Simone se lamió los labios, antes de continuar.


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- Poco antes de viajar a Nueva York, Josef me hizo un regalo – explicó – Era una joya. Valiosa. Me dijo que tenía cierto valor histórico, porque tenía más de cincuenta años – declaró – Y me dijo que en el pasado había pertenecido a una persona con la que había mantenido una relación estrecha, pero que ya había pasado a la historia.

- ¿A la… historia?

- Sara, esto es muy duro para mí. Creo que al decir eso… se refería a ti – dijo Simone, mirándola apenas – Comprendo que para ti será doloroso…

- ¿Qué joya te regaló? – preguntó Sara, intentando controlar su voz – Necesito verla. Si crees que se refería a mí, al decirte esas cosas, entonces tengo que verlo.

- No quiero hacerte más daño… creo que ya te he hecho bastante – se hizo de rogar la abogada.

- No – replicó Sara. La expresión de su cara era una mezcla entre la seriedad y el deseo, en el fondo, de no hacer semejante descubrimiento. Pero tenía que hacerlo – Quiero ver cual es esa joya. Quiero saber la verdad, Simone. Dígamela.

Había llegado el momento de darle el golpe de gracia. Con expresión de pesar, la abogada desabotonó algunos de los botones de su blusa y se abrió esta para que Sara pudiera ver la joya de la que le hablaba.

Sara no pudo dar crédito a lo que vieron sus ojos.

Ahí estaba. Pequeño, hermoso y dorado. El colgante que Charles le regalara, una tarde radiante de hacía ahora más de cincuenta años… se lo había dado a ella. Le había regalado el símbolo de su amor a su última conquista, a la misma a la que había mentido y abandonado, exactamente igual que a ella.

Sara estiró la mano, deseando tocar por última vez aquel recuerdo dorado… pero cuando sus dedos lo rozaron fue su propio corazón el que se partió en pedazos. Perdió la fuerza que la sostenía en pie y cayó de rodillas al suelo. Ahora las lágrimas brotaban de sus ojos sin contención.

Las mentiras la habían herido, pero aquello la había destrozado.

Simone tenía razón en todo lo que le había dicho. Charles… ya no quería llamarlo así. Era el nombre de un farsante. El nombre de un hombre ruin, de un vampiro sin escrúpulo alguno. Ya no podía seguir guardando reverencia por aquel nombre, puesto que estaba demostrado que aquel al que ella había conocido como Charles Fitzgerald, el que supuestamente la había amado y se había encargado de su cuidado durante tantos años, el único hombre al que le había entregado de verdad su corazón… la había engañado miserablemente. Se había burlado de ella. La había humillado. Por lo tanto, Charles ya no podía continuar siendo Charles para ella. Ahora debía ser simple y llanamente Josef Kostan: su seudónimo actual.

- Tranquila, Sara – le llegó la voz de Simone. Al alzar su vista empañada por las lágrimas la pelirroja vio que la abogada estaba acuclillada junto a ella, agarrándola consoladoramente por los hombros y mirándola con comprensión - Sé que esto es muy duro para ti. Quizá no debí decírtelo…

- No – sollozó Sara, limpiándose como podía las lágrimas – No, yo… yo te agradezco que lo hayas hecho – declaró, irguiéndose para ponerse en pie. Simone siguió su ejemplo – Tendría que haberlo sabido desde el principio. Me dejé engañar. He sido una tonta.

- No digas eso. No eres la primera y no debes echarte la culpa: Josef ha engañado a mujeres más expertas que tú.

Sara meneó la cabeza.

- Yo me entregué a él – declaró, llorando – Le amaba. Creí que él me amaba también… me dijo que estaba tan feliz de que yo hubiera despertado…

- Mejor no hablemos más de eso – pidió Simone – Te hace daño. Y… no me gusta verte así. Me hace sentir mal.

Sara sorbió y se limpió los ojos. Después de varios segundos intentando respirar, finalmente la pelirroja negó con la cabeza y se volvió para mirar cara a cara a la abogada.

- No puedo seguir con él – declaró – No pienso vivir bajo su mismo techo, después de lo que me ha hecho. Y no consentiré que me siga manteniendo – afirmó – Ya no quiero nada suyo.

- Te entiendo. Es lo lógico. Es una buena idea – dijo Simone - ¿En qué puedo ayudarte?

Sara parpadeó.

- ¿Tú… tú vas a ayudarme? – preguntó, sorprendida.

- Por supuesto, Sara – dijo Simone, haciendo una mueca – Yo te he metido en esto y lo siento. Créeme que lo siento – declaró – Yo no pretendía hacerte tanto daño, solo deseaba que supieras como es Josef en realidad… para que no siga engañándote.

- Lo sé, lo sé. Has hecho… has hecho bien, Simone – dijo Sara – Habría sido cruel, permitirme seguir estando tan ciega.

- Eso mismo pienso yo – coincidió la abogada - Anda, dejémonos de cháchara que te conviene salir de la ciudad. Así estarás lejos de él.

- Si.

- Vuelve a tu habitación y coge algo de ropa – le indicó – Recoge lo más preciso, ¿tienes dinero?

- Tengo una tarjeta de crédito, pero es de Charl… - su rostro se contrajo cuando trató de pronunciar el nombre - es de Josef… y ya te he dicho que no quiero nada de él.

- De acuerdo – Simone asintió - Yo puedo prestarte una cantidad para que puedas ir tirando.

- ¿Harías eso por mí? – preguntó Sara.

Simone sonrió amablemente.

- Claro que si. Es lo menos que puedo hacer, después de lo que ha pasado. Venga – añadió, tras el silencio que se instaló entre ambas después de la última frase – Tenemos mucho que hacer. ¿Has montado alguna vez en avión?

- Si.

- Bien – la abogada extrajo del bolso su teléfono móvil y marcó el número del aeropuerto – Llamaremos al Kennedy y veremos si se puede conseguir un billete para ti en el próximo vuelo, ¿te parece bien? – Sara asintió - ¿Algún destino en particular?

- No. Solo que esté fuera de la ciudad… y que no se trate de Los Angeles – declaró, frunciendo el entrecejo – No quiero pisar esa ciudad.

- Te entiendo perfectamente – afirmó Simone, colocándose el teléfono en la oreja – Ve a por tus cosas – le dijo, indicándole con un gesto de su cabeza el camino.

Asintiendo, Sara echó a correr hacia el árbol por el que momentos antes había descendido y por él subió hasta el dormitorio.

Simone le dio la espalda. Mientras esperaba a que le cogieran el teléfono al otro lado sonrió.

comentarios: 3

Bego :

Este Josef es la repera, ha dejado a Simone en la incertidumbre y a ella le ha faltado tiempo para averiguarlo todo, y además lo ha comprobado in situ, les ha pillado y no le ha dado tiempo a contarle a Sara su versión del asunto, ahora si que va a tener problemas serios.

A ver qué es lo que le dice a Simone, pero me da que lo va a empeorar aún más.

MI :

Bego, las astucias de Josef y su picardia es, ciertamente, uno de los aspectos más atrayentes de ésta historia, sobre todo para quienes se inclinan al pintoresco personaje del vampiro multimillonario y playboy.

El punto focal de LunaSire ha sido la pareja conformada por Josef y Sarah, y evidentemente, el triangulo sentimental que se conforma dada la aparición de la muy avispada Simone. Hay muchas situaciones interesantes en el desenvolvimiento del fanfic y debo confesarte que no te decepcionará, yo que he tenido la oportunidad de leerlo por entero de verdad que lo recomiendo por ser uno de los mejores que se han escrito.
Gracias en nombre de nuestra LunaSire por tu maravilloso comentario.

Estaremos actualizando el proximo 03 de Abril.

Bego :

Me acabo de dar cuenta que el comentario que he colgado antes era para el capítulo 4, no ví que también estaba el 5.

Después de leer el capítulo 5 sólo puedo decir una cosa, está claro que Josef no tiene mucha mano izquierda, estaba tan enfurecido con Simone que no ha tenido en cuenta sus sentimientos y ha tirado a matar. Lo único que ha conseguido es que se incrementen los deseos de venganza de ella, y vaya la que han preparado. Simone le ha mentido a Sara, la ha manipulado para conseguir que abandone a Josef, porque se ha dado cuenta que ese es el mayor daño que le puede hacer. Cuando Josef se dé cuenta de lo que ha ocurrido no sé qué pasará, va a ser una tragedia.

Está genial esta historia :) me encanta, sigo pendiente de la nueva actualización.

Muchos besos.

 
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